martes, 15 de noviembre de 2011

Cristal

Desfalleciendo, con una fuerte opresión en el pecho y las ganas de llorar, con el sabor a sal en la boca. Con mis labios partidos y los brazos lánguidos de esperar.

Absorbo toda la tristeza y siempre procuro darte mi sonrisa, no por la hipocresia, mas bien por alegrarte el corazón y que no cargues con mas. No ocupas mas lodo en tus pantanosas e intranquilas aguas. Y cuando al fin tus aguas se tornaron menos turbias, mi cuerpo supuraba ya, todo lo que guardaba, lo que tanto lo oprimía, como si hubiese bebido y decantado todas las sales de tus mares y en una metástasis se hacia ya de cristal.

Analizo y te busco en tus letras y encuentro sólo tus miedos constantes, tus ganas de escapar como el agua de mis manos.

Me doy cuenta que no tienes la fuerza como siempre para irte o quedarte.
Que soy como un vidrio roto en tus aguas, difícil de encontrar; que te puede herir si lo sacas así, sin cautela y desesperación. Congelada ahí, jamas saldría y seria parte de tus inamovibles frialdades, evaporarte no funcionara porque vuelves a llover en un ciclo sin fin. Seca tus aguas así me hallarás frágil y desprotegida.
Sabes que estoy ahí, pero no encuentras ya como sacarme. Constantes gritos de tu alma han tratado de purgarme, como cuando el cuerpo tiene piedras, como coagulos en tu sangre, como ese sabor amargo y dulce después de una buena taza de café. Así quieres curarlo y leo que no encuentras forma.

Cuando yo decidí navegar en tus mares, supe que ya habían sido surcados, que habían sido azotados por tormentas y las encrespadas olas, furiosas me decían que me alejara de altamar, que no había nada que encontrar,
pero tus claros y la vida que corre por tus aguas, me seducía a clavarme en picada a descubrir y querer envenenarte de esta ternura, de amor, ser la miel que endulza tus tragos amargos, me invitaba a habitar, a bucear y descubrí que había resguardada tanta belleza.
Enbelezada seguí descubriendo todo, hasta el ultimo recoveco. Ame cada gota de ti, me vi envuelta en tus dulces y apacibles aguas, me rodee de serenidad y de vida, nade por tus corrientes y conoci tus arrecifes, me asombre con tanta maravilla.


 Pero ahora estoy enferma, y me sabe a hiel tu dolor, te siento tan herido... Uno no ocupa sentirse como un cuerpo extraño que desea ser expulsado por tu piel a toda costa, como desechos de muerte; arrojada por las olas y azotada en la playa.

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